17.6.12

Interludio CLXVI para piano

Aquí estoy otra vez más, sentado enfrente de este piano que no se tocar, con ese traje que me regalaron los muertos y con esa corbata que tanto te gusta. Estoy aquí tocando continuamente el Sol, quemándome los dedos por pulsarlo, siento arder mi piel y volverse ceniza, siento como mi sonrisa aumenta. Me miro la mano y veo que mi yema sigue intacta que el Sol no me hizo nada, que mi mente lo imaginó.
Cambió a La y las notas guían mis dedos y los compases surcan mis palmas y me llevan, me dominan. Es la música llenando está habitación, una música lenta, triste, solitario y deprimente. Mientras el pentagrama se llena de sentimientos insensibles veo como un título se esgrime en lo alto de la hoja, veo letras enzarzadas escritas con la mejor caligrafia: La muerte y el fuego.

La habitación teñida de negro, mis ojos cada vez más encendidos, muestran mi odio, mi ira, mi amor, mi miedo, muestras a un niño asustado huyendo de corcheas y fusas, huyendo de la realidad, saltando al vacío. Niño muerto dijeron los medicos, niño que nunca verá lo que hay que ver, verá amapolas, lirios y claveles. Verá arder el mundo pero el creerá flotar. Y ese niño hoy toca el piano, vestido de negro y magenta, con el pelo desigual y la barba desaliñada, con una lagrima en su mejilla que no es suya, que no es de nadie. Nunca desaparece, nunca se va.

Y de piano pasa a forte, las notas se vuelven flechas, los compases arcos, pero mi sonrisa aumenta, es mi último día en esta habitación y se que mi muerte es muy lejana, se que la locura me sirve de escudo y que una canción triste no terminará conmigo. Soy LA MUERTE, soy EL FUEGO. Soy incansable allá por donde pise y nunca tendré lápida. Soy tu mejor amigo y tu peor enemigo. Soy un dios derrotado. Soy tu imaginación, parte de ella. Solo la vida me mira a los ojos, solo el agua sofoca mis llamas. Solo un calderón alarga mi nota final.

Y mi canción acabará en MI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario