4.6.12

Palabras de un necio demente.

Fue ese día, el día que decidimos destrozar nuestras falsas vidas, el día en que renunciamos al triunfo marcado por ellos, fue ese el día en el que me sentí libre.
Subo cada día a lo más alto de la colina que hay en ese parque que soliamos visitar, donde todos se besan, todos se gritan, todos se divierten. Subí a lo más alto, y como Robe vi miles de ojos dentro de mis tinieblas, le hablo a la luna pero a mi no me dice nada. A mi me odia.

Sueños de odio, pesadillas colericas nacidas de una mente colectiva, de un ente que me grita cada noche y me obliga a seguir con lo que no quiera. Quizás mi vida sean las carreteras, sean los caminos de barro y las noche mirando al cielo, cielo sin estrellas, cielo sin esperanzas. Contengo mis lagrimas cada noche pero cada día es más difícil. Te fallé, le fallé, me fallé.
Pero sigo siendo capaz de andar, sigo siendo capaz de alejarme un poco más, sigo siendo capaz de gritar y cantar, sigo siendo capaz de todo porque esto no es mi final, es mi nuevo principio. Es mi purgatorio y mi sueño de locura, es mi persona en cada palabra que me ocultas, es todo y nada, es alfa y omega, es mi nacimiento y mi muerte.

Son mis palabras, las de un loco sin futuro, las de un niño que soñó con lo más alto y que aún no sabe escribir, las palabras de un viejo sabio que se rie echando pan a las palomas mientras una enfermedad le debora. No soy nadie, no soy tú, ni el, ni mucho menos yo. Soy... el viento que roza tu mejilla en una noche de verano, el verso trabado de un poeta, el abrazo de un amigo, el mar que roza tus dedos y la arena que pisas, el rayo de sol en invierno que ilumina tu sonrisa, una metafora mal construida, un texto sin sentido, la palabra que se obvia, el reflejo en tu cristal.

Y en mi tumba inexistente escribiras: ES.


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