6.7.11

El momento más oscuro del día es justo antes de amanecer

De encontrarme en un mar de fantasías tirado, flotando, rodeado de bestias prehistóricas o simples garabatos de mi imaginación. Sin barco, en un manto de aceite, deambulo entre olas de cartulina y nubes de pegatina, como si el mejor de los marineros me creyese, como un capitán pirata en un bote a remos y en realidad solo estoy en una bañera. Con la cabeza bajo el agua, aguantando la respiración hasta el momento en que el oxigeno ya no pasa por mis bronquios, ese punto en el que la muerte te empieza a abrazar. Mi dulce dama atemporal, otra vez tan cerca y a la vez tan lejos. Sigues mimándome como antes, como tantas veces lo has hecho.

Un segundo más y te invito a un café, en mi pequeña sala de estar lúgubre, de colores tenues y con sillones ya roídos por los ratones. Y una vez más esas conversaciones sin sentido, esas risas enloquecidas y esas burbujas en el aire. Y de aquí a mi salón de baile ¿Qué será esta vez? ¿Un vals? ¿Un tango? ¿O tal vez un rock ‘n’ roll? Me da igual musa blanca, me da igual. Tu mano entrelazada con la mía, mi pierna que separa las tuyas, un paso adelante, un paso atrás y al inclinarte tus labios rozan los míos pero pasan de largo hacia mis oídos y me dices entre dientes que me vaya, que no vuelva a estar con ella.

Y entre aguas me despierto sin viento en mis pulmones, una vez más te has ido y me has abandonado. Venerar la muerte nunca me llevó a ella, nunca me dejó acabar a su lado, en su cama. Solo lo hicimos una vez, solo llenamos de sudor y semen nuestras sabanas una vez y mil besos apasionados se convirtieron en ceniza… Ceniza que se volvió diamante. Te espero aquí sentado, en la cornisa de un rascacielos, cuando las luces ya se han colapsado.

Háblame en la oscuridad del día.

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