9.7.11

Se ha caido una estrella

Y de la sinrazón a un buque en la nebulosa oscura de nuestras almas. Niños corriendo por verdes praderas existentes solo en nuestras mentes, cuarteadas por la lluvia y sonar de relojes, mundos ya inverosímiles plagados de luchas hipocondriacas contra nuestros propios corazones, ya malheridos, llenos de heridas y espinas clavadas por cruzar las zarzas de un amor... Cualquier amor.
Y tu mente en blanco, el vació de una mirada al llorar lágrimas de cocodrilo, por que los cocodrilos no lloran, los cocodrilos solo matan a las hadas que se convierten en la bebida de nuestros vasos, en el vino tinto que envejece en un rincón, esa cosecha olvidada a causa de los malditos relojes... Otra vez los malditos relojes.

Y escupir en nuestras propias tumbas para reconocernos a nosotros mismo que no fuimos, ni seremos nada, solo unos monolitos de piedra anclados en las faldas de una montaña, solo dos esquirlas en el suelo tiradas y barridas con el sufrimiento de los más cercanos. No quieres amar porque aún no sabes bailar al son de mis frases cortas, de mis metáforas sin sentido y de mis faltas de ortografía. No quieres ser imperfecto, no quieres darte cuenta de que la verdadera perfección es la total indiscreción en las zonas perecederas. Otra vez tus piernas abiertas en una cama, otro chico diferente... Te perdiste en la gran ciudad, no encontraste un camino y tus lágrimas se cristalizaron, se volvieron un dolor intenso en tu jardín... La muerte de tus flores de tanto regarlas.

Y quizás mi vida la tiré por la ventana de un séptimo piso, y se estrelló contra el suelo dejándolo lleno de neuronas y sangre, la sangre derramada de un escritor loco contenedor de basuras imperdonables y asquerosas especulaciones sobre el sexo más prohibido, solo tú y yo en esa cama...

Y otra vez otro diferente al que dejas entrar...

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